Marco
Simone
Hoy repasaremos la carrera de un
delantero opacado por la presencia de Roberto Baggio y el
surgimiento de jóvenes como Del Piero, Inzaghi o Vieri.
Marco Simone nació el 7 de enero de
1969 en Castellanza, Italia. Éste delantero finalmente debutaría en
él Como, en 1987, cuando éste club militaba en la Serie A.
Sin embargo, al tiempo fue cedido al
Virescit Boccaleone de la Serie C1 en donde anotó 15 goles en 33
apariciones siendo líder de goleo de la temporada 1987/88.
Con ése récord él Como lo llamo de
vuelta para que demostrara su potencial en la máxima categoría del
Calcio italiano. Lamentablemente, finalizaron últimos y
descendieron, pero para Marco, sus actuaciones, más sus seis goles
en 36 encuentros, le valieron una transferencia al poderoso AC Milán
de Arrigo Sacchi.
Su comienzo fue con un título bajo el
brazo, fue la Supercopa de 1989, en la que Simone participó en la
ida y en la vuelta ante el Barcelona.}
A este logro le seguiría la mismísima
Copa Europea (la UCL ante de llamarse así), en la cual ayudó
marcándole al Mechelen de Bélgica en la vuelta de los Cuartos de
Final. Su siguiente consagración de
importancia fue la Serie A de 1992, ésta vez contribuyó con seis
tantos, destacándose uno contra la Roma en el Olímpico para un 1-1
final.
El bicampeonato llegaría en 1993, en
la que la contribución fue menor, pero en la que anotaría uno de
los goles más importantes de su carrera. Contra la Juventus, en el
Delle Alpi, para ganar 1-0.
El siguiente año, ya sin Marco Van
Basten lesionado, Simone tuvo muchos más minutos en lo que fue una
temporada consagratoria para Fabio Capello y sus dirigidos, con un
nuevo título en la Serie A y otra UEFA Champions League tras demoler
al Barcelona de Cruyff 4-0 en Atenas.
La 1994/95 fue sin dudas la mejor de su
trayectoria marcando nada menos que 17 goles en la liga, añadiendo
cuatro más en Europa, aunque no pudo culminarla con algún trofeo,
perdiendo la final de la UCL ante el Ajax, en Viena.
Otro campeonato liguero más (cuatro en
total) fue lo último de Simone en el conjunto rossonero del cual se
despedía tras siete años y dejando unas estadísticas de 74 goles
en 275 partidos.
En 1997 llegó al Paris Saint Germain
como una de las tantas figuras que compraba el equipo capitalino por
aquel entonces. Y de inmediato los resultados llegaron con las dos
copas locales, pero el objetivo máximo que era
triunfar en la Ligue 1 no se consiguió, por eso, Marco abandona el
barco tras dos años (58 apariciones 22 goles en liga) para irse al
Principado.
Llega al Mónaco ya sin la larga
cabellera, y con un platinado que lo identificaba enseguida en las
transmisiones televisivas. Su primera temporada fue excelente, anotó
21 dianas que le sirvieron para conquistar la liga, cosa que no había
podido hacer en París.
Justamente en su retorno a su ex club
no fue bien recibido por los ultras del PSG que lo silbaron todo el
encuentro y hasta le dedicaron una pancarta.
Su siguiente año no fue tan prolífero
y por eso decidió abandonar Francia, con un registro de 69
encuentros y 28 goles en liga.
Su vuelta al AC Milán no fue la
esperada ya que no pudo llevar ni a la quincena de partidos. Vuelve
al Mónaco pero raramente aparece al igual que en los seis meses
siguientes en el Niza. Por estas razones decide retirarse.
En el 2005 adquiere al club Legnano, y
en dos años lo ayuda a retornar a la Serie C1. Incluso tuvo algunas
apariciones con éste club.
En el 2011 regresó al Monaco para
ayudarlo en su nueva experiencia en la Ligue 2. Tomó las riendas en
puestos de descenso y culminó la liga de mitad de tabla para arriba.
Sin embargo, esto no fue suficiente para que se quede y fue
reemplazado por su compatriota Claudio Ranieri.
Con un paso más que aceptable por el
sub-21 (16 choques 7 dianas) Simone debutó en 1992 en la mayor bajo
las órdenes de Sacchi, quien lo había tenido en el Milán. Sin
embargo la superpoblación de delanteros como Baggio, Massaro, Zola y
Signori al principio, y con Del Piero, Inzaghi, Vieri, Chiesa o
Ravanelli después, hicieron que desde 1992 a 1996 sólo pudiese
aparecer en cuatro ocasiones.
Por Alexander Bernabei
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